viernes, 25 de marzo de 2016

MUCHA LEGIÓN PARA TAN POCO ALCALDE: LOS LEGIONARIOS TOMAN PALAFOLLS ENTRE VÍTORES Y VIVAS A ESPAÑA



Óscar Bermán, al frente de la procesión
Óscar Bermán, al frente de la procesiónAR.- Contarán los más viejos del lugar que hubo un Viernes de Pasión en Palafolls (Barcelona) donde quedó retratada la querencia del pueblo llano por las cosas, aunque sencillas, sublimes, que la casta política rechazaba. Contarán que hubo un alcalde del partido socialista, de menguada talla física y moral, que pretendió invisibilizar los sentimientos más genuinos y profundos de un pueblo a contrapelo de lo que nos cuenta la propaganda separatista. Nos contarán cómo en Palafolls quedó retratada la pretensión de un alcalde de poner diques al sentimiento español de sus vecinos. Y también que ni todas las campañas disuasorias, ni todas las restricciones municipales, ni todas las campañas matonistas de los separatistas, impidieron a la gente sencilla de Palafolls ser protagonista del prodigio de una gran resurrección nacional, avivada por medios como Alerta Digital, a pocas horas de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. También deberá mencionarse el nombre de Óscar Bermán, un titán del patriotismo en territorio felizmente arrebatado a los comanches.

De entrada, más de cinco mil personas acompañaron el paso de la imagen y de los legionarios, sobre una población de nueve mil habitantes, según datos de los medios informativos que cubrieron el acto y de los propios organizadores.

“El novio de la muerte” sonó, y de qué forma, por las antañonas calles de Palafolls, como nunca antes. Los veteranos de la Legión Española, curtidos en mil batallas, desfilaron durante horas por las calles de la localidad, en medio de una inesperada multitud de fieles, entre vítores y vivas a España y La Legión. Inenarrable lo vivido y lo sentido. Inimaginable para el alcalde socialista, que pretendió prohibir la presencia legionaria con el falaz argumento de que no congregaba un sentimiento de unanimidad. Si lo vivido ayer en las calles de Palafolls no es sentimiento popular en estado puro, sin adulteraciones ideológicas ni mandileras, entonces habría que redefinir el significado de este término. “Ha sido impresionante, imposible de imaginar”, relataba a esta redacción un muy emocionado Óscar Bermán, paradigma de dignidad, amor propio, tesón, coraje y patriotismo frente a la moral de letrina de los dirigentes de su partido. Nunca la dignidad del PP había sido izada tan alta como ayer en Palafolls.

Bermán, que también es el Hermano Mayor de la Cofradía de San Luís y Santa María de Palafolls, permaneció siempre al frente de la comitiva, cantando y vibrando con el “Novio de la muerte” como un legionario más. Como la multitud que se arrecimaba en cada calle, en cada esquina, frente a la parroquia de San Luís, para dar vivas a España y a La Legión.

“El alcalde ha quedado muy mal al querer prohibir un acto que, como se ha visto, ha sido seguido con emoción y entusiasmo por una multitud. Un alcalde no puede representar lo contrario de lo que sienten sus vecinos”. Fueron palabras de Dolores, una catalana oriunda de Granada que acudió a reverenciar las imponente talla de Santa María, junto a su marido y la menor de sus hijas.

Como se sabe, el alcalde socialista de Palafolls había desautorizado la presencia de los legionarios con el apoyo de su partido, los comunistas y el único concejal de Ciudadanos. Bermán cuestionó que el regidor tuviese autoridad para interferir en los pasos procesionales y garantizó, como así ha sido, que la imagen de Santa María sería escoltada por los caballeros legionarios.

Es Viernes Santo y La Legión ha demostrado que no se puede gobernar contra los sentimientos y que el sentimiento de religiosidad y españolidad en Cataluña, pese a todas las campañas en su contra costeadas con dinero público, no hace sino crecer. Es Viernes Santo y los legionarios fueron vitoreados durante su imponente marcha procesional. Verlos redoblar su paso por las calles de nuestros pueblos y ciudades, desde Málaga a Palafolls, es posiblemente el espectáculo castrense más vistoso de cuantos puedan existir. Es Viernes Santo en Palafolls. Es el día de los legionarios. Es un buen día para que hasta los corazones de acero abran cauce a la emoción. Melancólica la cara de Santa María de Palafolls, verde oliva el traslado, se lo paga el pueblo en lágrimas de chirimiri, tenaces, constantes, profundas.

Algunos viejos parecen arrebatarse como si le volviese al cuerpo maltrecho aquella gloriosa juventud legionaria en Sidi Ifni, mientras el tenaz estribillo suena más fuerte que nunca por las calles de Palafolls: “La estreché con lazo fuerte y su amor fue mi bandera”. La muerte hay que esperarla así, con esa inmaculada serenidad, con esa especie de acogimiento del rito legionario que aparece en el último párrafo, serenamente escrito, uniendo las tallas de nuestros santos titulares al protocolo de La Legión que para todo lo tiene, y más para la muerte, su más leal compañera. Esta suprema elegancia ante la muerte es señal de fe, de corazón entero, de hombre cabal. Las calles de Palafolls lo perciben. No hay resonancia del pasado en ellas. Sólo emoción de ver a los novios de la muerte procedentes de todos los tercios. No hay nada parecido a verlos balancearse de lado a lado, con cadencia musical. No habría nada más monótono, bostezante y lacerante que el manual de vida de un representante de la sociedad civil comparado con el ideal de vida de un legionario, depositario de valores y principios que en nuestros randas de la patria serían motivo de alergia. La disciplina legionaria, el vigor de sus tradiciones, estimula la circulación de la sangre, vigoriza el pensamiento y alegra los humores, hasta en plena Pasión de Jesús.

Se vio incluso a votantes de la izquierda laica enganchados a esa multitud que, con certero instinto, vitoreaba a La Legión y prorrumpía en continuados “vivas a España” y vítores a la Madre de Dios. Nada es comparable a la vida sana, sobria y ascética de un pueblo mitad monje y mitad soldado. Eso lo saben los randas de la patria y por eso su pertinaz campaña contra un modo de vivir, de pensar y de sentir que si a nosotros nos enaltece, a ellos los envilece más cada día.

Óscar Bermán, con la emoción a flor de piel, telefoneó al autor de esta narración al filo de las diez de la noche, en pleno desfile, para dedicarle, a casi mil kilómetros de distancia, el popular estribillo que ha rebasado fronteras y credos:

“Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera”.

Entrada ya la medianoche, los legionarios y cientos de fieles seguían congregados, cantando una y otra vez, con su voz envolvente, “El novio de la muerte”. Nadie parecía tener prisa en abandonar el lugar, como queriendo aplazar la experiencia de estar viviendo un momento único, inolvidable, eterno…

Tras el indescriptible momento, el concejal y Hermano Mayor de San Luís y Santa María me comunicó la decisión, tomada unánimemente por la mañana, de imponerme la medalla de oro de la Cofradía. Pero esto ya formará parte de otra crónica.


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