martes, 1 de marzo de 2016

El líder del PP en Palafolls (Barcelona) sale en apoyo de la concejala de su partido en Calpe: “Al lado de esta Es-paña, la de Franco era la Arcadia feliz”

JAG.- El presidente y portavoz municipal del PP en la localidad barcelonesa de Palafolls, Óscar Bermán, ha defendido hoy a la portavoz de su partido en Calpe (Alicante), Ana Sala, por atreverse a romper un tema tabú y asegurar en su perfil de Facebook, en referencia al régimen franquista, lo siguiente: “Ni dictadura ni leches. Se vivía de maravilla”.

Estas afirmaciones le está costando a la dirigente municipal del PP una lluvia de insultos y descalificaciones en las redes sociales. Bermán toma prestada la opinión expresada por AD en uno de sus editoriales y afirma que “la dictadura del pensamiento único no permite disensiones ni razonamientos distintos a los establecidos por el Sistema”. “Los adalides de la ‘libertad’ no pe
rmiten que un cargo público defienda su propio punto de vista en pleno uso de su libertad moral e intelectual. Una vez más, las verdades oficiales se imponen a cualquier consideración discordante. En esta España supuestamente democrática, se respeta el derecho a elogiar hasta el empalago al régimen bolivariano de Venezuela, aunque más de la mitad de los venezolanos no puedan adquirir alimentos ni medicinas. En cambio se criminaliza ese mismo derecho cuando el destinatario es el régimen en el que medraron políticamente muchos de los inquisidores del presente. Condenar el franquismo, sin refutación posible, forma parte de uno de los inquebrantables dogmas de nuestro tiempo”, señala.

Bermán opina que no hay comparación posible entre el régimen de Franco y el actual. “Al lado de esta España, la de Franco era la Arcadia feliz”.

-¿En qué cree que hemos empeorados desde 1975?

La España de entonces era una nación cohesionada. Conservábamos nuestra identidad, nuestro orgullo nacional, nuestra industria, nuestra agricultura, nuestras tradiciones, nuestras fiestas familiares… Nadie que llevase una vida ordenada tenía nada que temer, antes al contrario. Se respetaba a la gente honrada; hoy la gente honrada ha sido condenada a la pobreza. Teníamos la presión fiscal más baja de Europa; hoy más de la mitad de nuestros ingresos se destinan a pagar impuestos. Se creó una clase media sólida, que evitó la inestabilidad política de los siglos anteriores; hoy no queda gran cosa de ella.

Se respetaba el derecho a nacer; hoy son abortados más de 120.000 niños españoles cada año. En aquella España respetábamos a los docentes y los ancianos morían en sus casas, junto a sus familias. Contábamos con la menor población reclusa de Europa y nuestras calles eran las más seguras de Europa.

Fue creada la Seguridad Social Universal y establecida la edad obligatoria de Jubilación por vez primera. Se promovieron las Universidades Populares, para hijos de familias con menor poder adquisitivo, y las escuelas de Formación Profesional. Se establecieron el Sueldo Mínimo Interprofesional y la fecha tope para el contrato de pruebas. Había garantía de compensación económica para casos de despido improcedente. Se crearon cientos de miles de viviendas sociales para las clases más desprotegidas y un aparato industrial estratégico, que poco a poco los gobiernos diversos han ido dejando en manos extranjeras. También disfrutamos de una nueva industria de servicios muy lucrativa, inicialmente de transición mientras se posibilitaba el desarrollo tecnológico y la entrada de capitales y divisas: el turismo. Hubo también un desarrollo tecnológico de primer nivel para los parámetros de esa época; hoy en España la investigación apenas existe y en esta materia somos totalmente dependientes del exterior. Debo aclarar que esto no es un juicio de valor, y mucho menos político. Esto son matemáticas y cualquiera puede comprobarlo. La Fundación de Cajas de Ahorro ha venido publicando hace años un gráfico muy ilustrativo de la evolución de la convergencia real de la economía española con la europea. Los hechos más relevantes son el crecimiento espectacular de nuestra economía durante los años 60 y primeros 70, tanto en términos absolutos como relativos, que elevaron nuestro grado de convergencia desde un 58,3% en 1959, al 81,4% en 1975. A partir de entonces, el grado de convergencia respecto a los nueve países que en 1975 constituían la CEE es inferior al de entonces, un 79, 5%.

Disfrutábamos también de un sistema educativo que sacó a España de la lista de países con mayores tasas de analfabetismo, mientras que hoy los jóvenes españoles apenas saben interpretar un texto y la educación ha retrocedido a niveles casi africanos. No habían psicólogos infantiles porque los niños crecían y se educaban en el seno de familias unidas y estructuradas moralmente. Apenas habían residencias de ancianos porque, como dije antes, los viejos morían en sus casas y rodeados de los suyos.

Teníamos una legislación laboral que protegía a la clase media de los desmanes de los políticos y del neoliberalismo. Desde la instauración de la democracia esta legislación no ha hecho más que retroceder. Por si fuera poco, en aquella España disfrutábamos de la tranquilidad de no tener que convivir con separatistas, ni con ultraizquierdistas dedicados a envenenar nuestra convivencia, ni con inmigrantes ilegales, ni con delincuentes internacionales. Éramos un país respetado dentro y fuera. Había paz y orden. ¿Cómo podría hablar mal de esa época nadie que se asomara a ella sin una actitud sectaria ni revanchista?

-¿Qué otros recuerdos tiene usted de aquella España?

Los recuerdos de mi felicísima niñez. Los recuerdos de unos padres honrados que prosperaron gracias a aquel régimen. Los recuerdos de unos vecinos encantadores que eran una prolongación de mi propia familia. Los recuerdos de unos maestros que se esforzaban en convertirnos en personas de bien. Los recuerdos de una juventud fuerte y sana, que no necesitaba recurrir a las drogas ni a las litronas para pasarlo bien. Los recuerdos de unos espacios públicos que disfrutaba la gente honrada las 24 horas del día, sin temor a asaltantes ni criminales. Los recuerdos de una sociedad confiada y orgullosa de su espiritualidad, que tenía muy clara la diferencia entre el bien y el mal. Los recuerdos de toda la familia unida, disfrutando de esas pequeñas cosas que hoy son despreciadas por la mayoría. Sin duda, los años más felices de mi vida coincidieron con los últimos años de vida de Franco.

-¿Por qué cree que su partido se ha unido a sus rivales políticos a la hora de demonizar aquella España?

Otro craso error que estamos pagando muy caro. No se puede exorcizar el pasado. Si mi partido hubiese contribuído a que se analizara la España de Franco, sin anatemas ni prejuicios ideológicos, y colaborado en la difusión de sus valores y sus grandes éxitos en los campos social, moral y económico, la España actual saldría muy mal parada. Al colaborar en anestesiar nuestra memoria frente a esa etapa de nuestra historia, dejando que la izquierda la cubra de injurias, ignore sus logros, criminalice a sus protagonistas y exponga al ostracismo mediático a sus defensores, el PP dejó expedito el camino a la izquierda española para que construyera un nuevo modelo de país sin el engorroso peso de una referencia histórica que, de haber sido tenida en cuenta con respeto, imparcialidad y rigor, habría dejado en un pésimo lugar a los que nos han conducido a este callejón de difícil salida. Ni siquiera hemos sido capaces de proclamar nunca que la II república fue un desastre sin paliativos, donde no existía el imperio de la ley: se quemaban iglesias, se perseguía a los católicos, se amparaba el desorden e incluso la misma Policía, por orden del Gobierno de Azaña, sacó de su domicilio y asesinó al líder de la oposición derechista, José Calvo Sotelo. O que el mantenimiento de esa república nos habría embarcado en la II guerra mundial, cosa que pudimos evitar gracias y no a pesar de Franco, con el consiguiente ahorro de vidas humanas. O que si tenemos un rey en España fue porque Franco lo dispuso.

-¿Cree que algún día se podrá opinar de la España de Franco sin los tabúes ni las anestesias actuales?

Sería lo deseable. Lo contrario sería tanto como dejar sentado que en España la libertad de opinión sólamente es respetada cuando esa opinión coincide con la oficialmente establecida. Si mi compañera de partido en Calpe, en vez de decir que en la España de Franco se vivía mejor que ahora, se hubiera declarado admiradora de Stalin, de Hugo Chávez, de Fidel Castro o de Pol Pot, hoy estaría recibiendo las felicitaciones de los mismos que la están crucificando. Si se hubiera postulado en favor del aborto y del ataque a los católicos, mostrado admiradora de ETA o declarado negacionista de los crímenes de Stalin, la izquierda radical estaría hoy glosándola como un ejemplo democrático a seguir. En cambio se ha atrevido a hablar respetuosamente de la España de Franco, y eso en la época actual es peor políticamente que declararse en favor del terrorismo o mediáticamente más reprobable que pegarle a un padre.

-Dijo usted recientemente que muchos de los dirigentes de la izquierda española le deben su vida a Franco…

Es que se trata de una obviedad. Lo dice mucho el director de AD y yo lo comparto al cien por cien. Yo nací en la España de Franco. Y si pude nacer en los años 60 fue porque había una legislación que consagraba el derecho a la vida. Como yo muchos millones de españoles. De haber imperado entonces las leyes abortistas prevalecientes hoy, estoy convencido que un elevado porcentaje de los actuales dirigentes ultraizquierdistas mayores de 40 años literalmente no habrían nacido. Por consiguiente, al régimen católico de Franco le debemos la gratitud de haber antepuesto nuestro derecho a nacer al ‘derecho’ de cualquier mujer a matar a su bebé. Por desgracia, los más de cien mil niños que fueron abortados en 2015 no podrán decir lo mismo dentro de unos años.



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